Thursday, February 05, 2009

"La Bella Anarquista" X

Mario se sorprendió de su franqueza. Jamás había actuado así con nadie, parecía que sus pensamientos no tenían barreras para salir de su boca. Como si hubiese aceptado que Elsa sabría todo lo que pensaba y que era inútil fingir.

- Y quién dice que no podemos coincidir en más de un pensamiento. Yo también estoy pensando exactamente eso. Aunque sepas de antemano que tú y yo, de todo menos amigos.

Ella guiñó el ojo con picardía, y eso hizo ruborizar aún más a Mario que sonreía lacónicamente. Ella le besó con fuerza y dulzura. Y Mario le correspondió con su mejor beso posible. Resultó más embriagador todavía. Tomaron el camino hacia sus apartamentos, iban abrazados, Mario le agarraba por la fuerte cintura y sentía el poderío de sus músculos. Estaba entrenada aunque lo suficiente para conservar su esbelta figura y no convertirla en una vulgar masa de músculos. Su olor se hacía más penetrante. Llegaron al portal. Y pararon.

- Mario tendré piedad por tu pereza por segunda vez, iremos a tu apartamento. Puedo imaginar que subir un piso para luego bajarlo por la mañana al día siguiente puede resultar un desafío para ti inabarcable. Así que decidido, vamos al tuyo. Soy buena, ya ves.

Mario quería haber dicho que no le importaba nada subir a su piso, que de hecho le apetecía más ir al piso de ella, para recabar toda la información necesaria para resolver completamente su misterio. Quería haber dicho que en el fondo no era tan perezoso, que quería subir y escudriñar entre sus secretos. Pero entendió que no tenía ni una sola oportunidad y a la vez le acompañó el sentimiento que no tendría jamás la oportunidad de saber que pasaba allí, algún extraño presagio le hacía entender que había perdido todas las posibilidades de averiguarlo. Lo aceptó con resignación mientras abría la puerta de su morada. El paseo y el beso le habían despejado y se sentía capaz de tomar una última copa, sería una copa muy oportuna, suficiente para no echar abajo totalmente su lívido en caso de llegar a un escenario apropiado y perfecta para caer noqueado en caso de que ella abandone el barco y le deje solo en su camarote.

- Una última copa?
- Por qué no? El alcohol no me afecta tanto en verano. No sé muy bien el motivo pero así es y me encanta.
- Vaya, menos mal, empezaba a asustarme. Jamás había visto beber así a ninguna dama.
- Así que dama, veo que me has sobrestimado. No te preocupes suele ocurrir. Que pena que no sea cierto.

Lo dijo con una sinceridad que llamó la atención de Mario aunque luego su sonrisa le dejó ver que estaba jugando con él. Como probablemente toda la noche, para ella todo había sido un juego, muy divertido. Mario seguía con su resignación y se limitaba a estar ligeramente inclinado sobre sus cómodas sillas de verano. Observando el contaminado cielo de Madrid, no corría ni una brizna de aire. Ella hacía lo mismo.

- Sabes, Mario, estoy leyendo un libro de Joseph Conrad, “The secret agent”. Me está absorbiendo, estoy tan metido en él. Ese mundo secreto de los anarquistas me fascina.