Friday, January 29, 2010

"La Bella Anarquista XI"

Mario sospechó, intentó recordar donde había dejado su libro de Conrad, si lo había dejado a la vista para que ella lo utilizase como una pieza más de su juego. Mario se preguntaba si ella seguía jugando con él o era sinceridad.

- No sé si lo sabías o estás fingiendo casualidad pero Conrad es uno de mis favoritos. De hecho, cuando leí “The secret agent” en mi juventud estuve tentado en convertirme en un terrorista anarquista y sembrar el caos, pero me limité a robar en algunas iglesias y hacer pintadas subversivas como “El Papa tiene SIDA” o “La madre Teresa de Calcuta es una guarra es una puta”, ya sabes, chiquilladas.

- No lo sabía. Y estoy siendo tan honesta que apenas me reconozco, de verdad.

Insistió con la mirada evitando cualquier sombra de duda. Mario no sabiendo el motivo le creyó, y seguía tan bella como al principio de la noche.

- Elsa, voy a la cocina a por un poco de té helado. Me refresca y no dormiré de todos modos. Quieres uno?. Es muy bueno, es una mezcla de tes chinos.

- Sí, gracias. Me encantaría.

Mario fue despacio y reflexivo hacia la cocina. Todas las preguntas se atropellaban en su cabeza, con quién estaba? que había aclarado de ella? por qué se sentía tan atraído? Quién era ella? Quién era él?. Pero no podía pensar con claridad y tampoco le apetecía pensar. Había llegado hace tiempo a la conclusión que siempre que intentaba razonar y pensar sobre sus mujeres la terminaba cagando y cometiendo un error irreparable. Así que decidió no pensar, era hombre y la naturaleza le había otorgado ese don, el de parar su actividad cerebral por períodos prolongados sin sentir remordimientos. Volvió a la terraza, y Elsa estaba de pie desnuda, con la mitad de su esbelto cuerpo alumbrado por uno de esos horrorosos faros madrileños. Había dejado puesto su gracioso collar de bolitas rojas.

- Vaya, parece que vamos a necesitar más té helado.

Ella sonrió y se abrazó a él como una anaconda, Mario podía sentir sus poderosos brazos sobre su cuello, sentía una ligera presión que le indicaba que su vida colgaba de un pequeño impulso que interrumpiría su respiración y asfixiarle. Le excitaba que su vida estuviese imaginariamente en peligro con ella, que ella tuviese la decisión final de seguir viviendo o no. Pensó en la muerte, si le importaría morir, si sería echado de menos, y le intranquilizó pensar que no le importaba demasiado morir en los brazos de ella. A continuación ella acercó los labios y susurró.

- Ya sabes, tú y yo, de todo, menos amigos.

Thursday, February 05, 2009

"La Bella Anarquista" X

Mario se sorprendió de su franqueza. Jamás había actuado así con nadie, parecía que sus pensamientos no tenían barreras para salir de su boca. Como si hubiese aceptado que Elsa sabría todo lo que pensaba y que era inútil fingir.

- Y quién dice que no podemos coincidir en más de un pensamiento. Yo también estoy pensando exactamente eso. Aunque sepas de antemano que tú y yo, de todo menos amigos.

Ella guiñó el ojo con picardía, y eso hizo ruborizar aún más a Mario que sonreía lacónicamente. Ella le besó con fuerza y dulzura. Y Mario le correspondió con su mejor beso posible. Resultó más embriagador todavía. Tomaron el camino hacia sus apartamentos, iban abrazados, Mario le agarraba por la fuerte cintura y sentía el poderío de sus músculos. Estaba entrenada aunque lo suficiente para conservar su esbelta figura y no convertirla en una vulgar masa de músculos. Su olor se hacía más penetrante. Llegaron al portal. Y pararon.

- Mario tendré piedad por tu pereza por segunda vez, iremos a tu apartamento. Puedo imaginar que subir un piso para luego bajarlo por la mañana al día siguiente puede resultar un desafío para ti inabarcable. Así que decidido, vamos al tuyo. Soy buena, ya ves.

Mario quería haber dicho que no le importaba nada subir a su piso, que de hecho le apetecía más ir al piso de ella, para recabar toda la información necesaria para resolver completamente su misterio. Quería haber dicho que en el fondo no era tan perezoso, que quería subir y escudriñar entre sus secretos. Pero entendió que no tenía ni una sola oportunidad y a la vez le acompañó el sentimiento que no tendría jamás la oportunidad de saber que pasaba allí, algún extraño presagio le hacía entender que había perdido todas las posibilidades de averiguarlo. Lo aceptó con resignación mientras abría la puerta de su morada. El paseo y el beso le habían despejado y se sentía capaz de tomar una última copa, sería una copa muy oportuna, suficiente para no echar abajo totalmente su lívido en caso de llegar a un escenario apropiado y perfecta para caer noqueado en caso de que ella abandone el barco y le deje solo en su camarote.

- Una última copa?
- Por qué no? El alcohol no me afecta tanto en verano. No sé muy bien el motivo pero así es y me encanta.
- Vaya, menos mal, empezaba a asustarme. Jamás había visto beber así a ninguna dama.
- Así que dama, veo que me has sobrestimado. No te preocupes suele ocurrir. Que pena que no sea cierto.

Lo dijo con una sinceridad que llamó la atención de Mario aunque luego su sonrisa le dejó ver que estaba jugando con él. Como probablemente toda la noche, para ella todo había sido un juego, muy divertido. Mario seguía con su resignación y se limitaba a estar ligeramente inclinado sobre sus cómodas sillas de verano. Observando el contaminado cielo de Madrid, no corría ni una brizna de aire. Ella hacía lo mismo.

- Sabes, Mario, estoy leyendo un libro de Joseph Conrad, “The secret agent”. Me está absorbiendo, estoy tan metido en él. Ese mundo secreto de los anarquistas me fascina.

Monday, December 15, 2008

"La Bella Anarquista" IX

Lo dijo sabiendo que Mario no se podría negar. A Mario su respuesta le pareció demasiado inconcreta y vaga pero era como un fogonazo de luz al misterio, al menos, la relación entre la sinfonía y su trabajo era clara. A lo mejor era alguna especie de programadora que debía verificar por ejemplo el funcionamiento de las luces a un determinado tiempo o algo así pero ahora no tenía tiempo para pensar y estaba ligeramente afectado por el vino. Lo pensaría en su soledad. Luego cayó en la cuenta de la demanda de la historia de su trabajo, tomó una prestada de Jean que le ocurrió con un alto cargo español en una recepción de su homólogo francés. Este alto cargo naturalmente solamente hablaba español y con dudas. Además era de estos tipos que van a Noruega de visita y se extrañan que la gente no hable español, “pero es que nadie habla español?” como si fuese obligatorio saber español. Pero la historia es que este inepto para demostrar su cordialidad y hospitalidad había pedido a su hijo adolescente, que estudiaba en el Liceo Francés de Madrid, que le enseñase una frase informal para romper el hielo después de los saludos oficiales. Algo así como “Por fin se ha acabado este rollo vamos a comer algo”, algo de ese estilo. El nada inocente hijo todavía guardaba en su memoria la severa prohibición de su padre respecto a un concierto que el chico quería ir pero que el padre prohibió con tajante autoridad por ser demasiado subversivo para su gusto. Esto en la sensible conciencia juvenil del hijo resultó una injusticia de tamaño tal que necesitaba venganza, y ahora se presentaba la inmejorable ocasión para llevarla a cabo. Claro está que la frase que este pequeño vengador entregó a su padre distaba mucho del ideal de cordialidad u hospitalidad del progenitor, o mejor dicho era quizás de una amabilidad excesiva. La situación final resultó ser que este ignorante se paseó expresando a todos los miembros de la comitiva francesa que si estaban listos para hacerles una felación a cargo suya. Lo más embarazoso fue cuando uno de los franceses aceptó la oferta, provocando una incomodidad y un revuelo entre los presentes digno de haber sido visto.

Elsa se reía con fuerza y divertida, sin perder su saber estar. La historia tuvo un éxito rotundo y estuvieron riendo durante un buen rato. Luego el silencio se abrió pasó y estuvieron contemplándose pausadamente, dejando que el vino actuase sobre sus miradas y las cargase de deseo y ganas de no interrumpir la noche. A continuación siguieron hasta una terraza cercana donde tomaron unas copas que acentuaron la ebriedad de ambos. Sin embargo, Mario se percató que Elsa daba la sensación de estar fingiendo, que realmente, no estaba tan borracha como parecía. Eso le intranquilizaba a Mario. Le ponía nervioso, sabía que las nórdicas tenían una resistencia mayor al alcohol pero había algo perturbador en ella. Y el problema es que él si estaba borracho y solo podía dejarse llevar por la noche y su diosa. Dieron un paseo que hizo serenar a Mario y además el lugar era un pequeño parque de Madrid poco visitado durante la noche y milagrosamente salvado de los guerreros del botellón.

- Mario, tu crees en el diablo?

La pregunta cogió desprevenido totalmente a Mario.

- No sé. Supongo que para creer en el diablo tendría que creer en Dios, en el cuál no creo. Lo cuál implica que no debería creer en el diablo. Pero a veces, creo que él habita entre nosotros, que ese fue la gran mentira de Lucifer, hacer creer que el diablo está al mismo nivel que Dios y que está en el mundo intangible y de las almas, cuando realmente se encuentra entre nosotros, extendiendo la maldad entre nosotros. Pero también estoy borracho y puede que esté diciendo una perfecta y absoluta idiotez.

- Que va. Pienso como tú. Que Él está entre nosotros como tú dices. Curioso no?
- Si aunque preferiría coincidir contigo en que te resulto tremendamente atractivo y que deseas llevarme al apartamento. Porque es eso exactamente lo que estoy pensando yo.

Thursday, December 04, 2008

"La bella anarquista" VIII


Ella sonrió sabiendo que Mario buscaba confirmaciones de sus sospechas y eso le hacía tan encantador. Ella afirmó con un gesto armonioso y guardó silencio por un buen rato.

- Debemos irnos. Tenemos reserva a las once y desconfio del maitre, creo que me odia por ser tan vago. Creo que sabe que soy de los más perezosos y él es hiperactivo y me odia, lo sé.

Ella soltó una breve carcajada.

- Qué gracioso eres. Tú y tu pereza. Tenéis sentido del humor. Pero tienes razón, vamos. Y comprobemos a ver quién es ese maitre que odia a Mario.


Los dos sonrieron e iniciaron los movimientos para abandonar el piso de Mario. Él se sentía disminuido al lado de ella, tan elegante y bella. Cierto era que Mario no era feo, pero cualquiera parecía un vulgar al lado suyo. Pero Mario lo tomó como que no había mucho que él podía hacer al respecto y decidió disfrutar de la noche que se presentaba calurosa y seductora.

El restaurante fue perfecto, se ajustó perfectamente a la descripción de Mario exceptuando la imaginaria animadversión del maitre hacia Mario. Que era injustificada, aunque podía estar fingiendo por causa de la bella acompañante. Todo fue delicioso y en su punto. Mario estaba sorprendido en cierto modo por la sobriedad de ella pese que habían bebido casi tres botellas del fantástico vino catalán, en sus citas anteriores sus acompañantes después de algunas copas de vino estaban suficientemente ebrias para cometer errores como no acostarse con él.

- Y a qué se dedica Mario el perezoso?
- Soy traductor de varios idiomas. No me gusta demasiado pero ya sabes, demasiado vago para buscar otra cosa. Y después de todo no está tan mal. Y tú a qué te dedicas?

Hizo la pregunta con temor a que ella descubriese sus intenciones de averiguar lo que hacía y que pensase que lo de la cena era una artimaña para sonsacarle información. Ella no vaciló en su respuesta.

- Trabajo en el Auditorio Nacional, pero es muy aburrido lo que hago, así que hablemos de otra cosa. Cuéntame alguna anécdota divertida de tus traducciones, seguro que tienes miles. Por favor.

Saturday, November 29, 2008

"La bella anarquista" VII


Tanto el miércoles como el jueves por la mañana fueron días pesadísimos de trabajo y acompañados de un calor sofocante que hacía más duro todo. El jueves por la tarde Mario durmió profundamente, ni siquiera sabía con certeza si había oído la sinfonía y su posterior chasquido, o si lo había soñado, no importaba demasiado, era tarde y debía dar celeridad a sus movimientos si quería estar listo para la velada. Mientras se duchaba y demás preparativos pensaba aliviado que no tendría que ir al concierto del día siguiente en el Auditorio, le encantaba la música pero cuando tenía que hacerlo por trabajo la detestaba y era un castigo infinito. Cuando era así, que tenía que acudir por obligación, ni siquiera miraba el programa de las obras que serían interpretadas pese a que se lo mandaban puntualmente. Sorprendentemente estaba preparado antes de lo previsto, así que se sirvió una copa y continuó con su libro, en el cuál estaba sumergido. Era la única obra de Conrad que le faltaba por leer, “The Heart of the Darkness”, luego alquilaría “Apocalipsis Now” para completar su formación conradiana.

Eran las diez y cuarto y no había noticias de la misteriosa aficionada al segundo movimiento de la sinfonía número dos de Tchaikovsky, él había terminado su copa y juzgaba imprudente tomar una segunda solo. Un ligero golpeteo en la puerta interrumpió sus diatribas alcohólicas, los golpeteos eran suaves pero firmes a la vez. Sin duda era ella. Abrió la puerta y allí estaba ella, radiante y bella. El vestido se ajustaba a su helénico cuerpo, era un elegante vestido negro ajustado en la parte de arriba con un generoso escote sin llegar a la vulgaridad y suelto en la parte de abajo y con la altura justa para ver sus perfiladas rodillas, dejando entrever que sus piernas serían igual de armoniosas que el resto. Llevaba unas graciosas sandalias que le daban un aire informal sin perder su elegancia. Como ornamento llevaba un simple collar de divertidas bolitas rojas que resaltaban sobre su bronceado pecho y que hacían juego con un cinturón rojo del mismo rojo, el rojo sobre el negro le sentaba muy bien. Estaba ligeramente maquillada pero sin estridencias, lo justo para que un hombre dudase si estaba maquillada o no. Su pelo castaño parecía deliberadamente desordenado pero brillaba con fuerza. Estaba imponente.

- Disculpa mi retraso. Ya sabes, los ingleses dicen que es un síntoma de elegancia llegar tarde.
- No pasa nada. Acabo de terminar mi copa y me encanta esperar. Estás radiante. Por cierto, mi nombre es Mario, y antes de que sigamos con los preliminares te haré pasar y tomar una copa.

Mario lo dijo resuelto y sin disimular su asombro y admiración por el físico y el atractivo de su acompañante para la noche.

- Me parece una excelente idea. Yo me llamo Elsa, es un nombre que odio pero en Suecia era muy común cuando yo nací.

Wednesday, November 26, 2008

"La bella anarquista" VI

Lo dijo con una expresión seductora y juguetona. Ese “vecinita” era deliberado pero no quitaba ni un ápice de su gracia. Sin embargo, su mirada seguía igual, fría y calculadora. Mario quedó totalmente desconcertado, intento rehacerse y corresponder con una estúpida sonrisa, e iniciar su camino para el encuentro con Jean.

Durante la cena Mario estuvo ausente e intentando concentrarse en las lamentaciones de Jean, que versaban sobre alguna visita sorpresa de la insoportable suegra y el consecuente caos. Pero Mario no podía de dejar de pensar en ella, era su vecina, la que le machacaba con el segundo movimiento de la maldita sinfonía, la que producía ese chasquido seco y afilado, la que seguía con una exactitud y rigor exagerado ese proceso.

- Mario, estás bien? No me has dicho nada. Ni siquiera me has recriminado ni una sola vez con lo calzonazos que soy y demás. Me preocupas. Es como si hubieras visto al diablo.
- Si, perdona. Simplemente me ha pasado algo un poco extraño y me ha perturbado más de lo esperado. Además este calor me está matando. Pero terminemos la botella que por cierto está deliciosa y vamos a tomarnos unas copas y olvidar nuestras infelicidades, sobre todo tú, que lo tienes peor. Estás casado.

Jean sonrió al comprobar que su amigo recuperaba el humor. Terminaron como siempre, Jean totalmente ebrio y exaltando la amistad de Mario mientras él, no tan afectado intentaba reconducir a Jean hasta su domicilio y compadeciéndose de él sabiendo que mañana además de la horrorosa resaca garrafona de los bares de Madrid tendría que sufrir un castigo verbal por parte de su esposa.

El resto de la semana resultó más agitada de lo normal. Mario tuvo que estar presente en más actos de los previamente programados y aunque las horas extras estaban excelentemente pagadas le impedía verificar si su vecina seguía con el insidioso proceso. Era curioso ni recordaba el tiempo que llevaba escuchando ese martirio y ahora que quería más que nada escucharlo le era vetado. Pero el martes tenía la tarde libre, así que podía dedicarse a escuchar y a planear como poder abordar el piso de ella y desvelar el misterio. Estuvo pensando en varias estrategias, la que más peso tenía era subir con la excusa de querer cambiar la cita ante un acto imprevisto. Pero había un riesgo, que ella lo tomase como una ofensa y lo pospusiese hasta dejarlo en el olvido. Y no quería perder la oportunidad de cenar con ella, le apetecía enormemente, era tan bella y atractiva. Hacía mucho tiempo que no tenía una cita con una mujer tan espectacular. Otra alternativa era subir con la excusa de haber olvidado algo inútil en la tienda, pero era tan patética que no se atrevía ni a considerarla. Al final, con su pereza resolvió que el jueves por la noche durante la cena averiguaría lo máximo posible para desvelar la intriga que le comía por dentro.

Saturday, November 22, 2008

"La bella anarquista" V

- Te gustaría ir a cenar conmigo uno de estos días. Conozco un restaurante nuevo que todavía no ha sido expoliado por la masa y que su cocina es aceptable. Tiene una excelente bodega de vinos del mediterráneo, y su emplazamiento es refrescante y acogedor. Sería un placer que pudieses acompañarme una de estas noches.
- Un poco atrevido no?. Les invitas a cenar a todos aquellos que te ayudan con tu pereza.
- No, de hecho es poco frecuente las ocasiones que consigo ayuda exitosamente con mi pereza. Así que debo agradecerte tu ayuda de alguna manera remarcable.

Balbuceó Mario con nerviosismo ante la agresividad de ella pero satisfecho con su ingeniosa respuesta, que comprobó su inmediato efecto al ver su sonrisa.

- De acuerdo. Acepto. Te paso a buscar el jueves hacia las diez. Te va bien?

Dijo ella con firmeza y seguridad. Mario chequeó mentalmente su agenda tan rápido como pudo, aunque siempre olvidaba algo. Esta semana tenía que trabajar, un grupo de presidentes y primeros ministros se reunían en Madrid para fingir que su salario estaba justificado. Pero desde el jueves estaba libre, porque lo único que podía echar abajo sus planes sería el concierto que asistirían todos los mandatarios en el Auditorio Nacional de Música y que él a lo mejor también tendría que sufrir pero eso sería el viernes o el sábado. Así que el camino estaba despejado.

- Perfecto. Será el jueves a las diez. Ahora debo apresurarme, llego tarde a mi cita.

Un intento fatuo de crear un halo misterioso sobre su persona. Pero no pareció hacer ningún efecto en ella, y eso le desconcertó un poco. Su fría y calculada tranquilidad le ponía nervioso y agitaba su alma, le hacía temeroso y sentía como si estuviese con alguien peligroso y malvado. Pero se giró rápidamente sin mirarla y dispuesto a apretar el paso. A los pocos metros andados advirtió que no le había dicho cuál era su piso, así que aunque ella había comenzado a andar también por el largo pasillo que le conducía a su vagón todavía las ondas acústicas de su voz alcanzarían sus oídos.

- Perdona pero no te he dicho cuál es mi piso.

Elevando el tono de su voz pero evitando el grito. Ella se detuvo y quedó paralizada un segundo, luego con calma se giró. Tardó lo suficiente para que Mario entendiese que estaba calculando sus palabras, que no sería una respuesta instintiva e irreflexiva.

- No te preocupes, creo que soy tu vecinita del piso de arriba. Te encontraré.