Saturday, November 22, 2008

"La bella anarquista" V

- Te gustaría ir a cenar conmigo uno de estos días. Conozco un restaurante nuevo que todavía no ha sido expoliado por la masa y que su cocina es aceptable. Tiene una excelente bodega de vinos del mediterráneo, y su emplazamiento es refrescante y acogedor. Sería un placer que pudieses acompañarme una de estas noches.
- Un poco atrevido no?. Les invitas a cenar a todos aquellos que te ayudan con tu pereza.
- No, de hecho es poco frecuente las ocasiones que consigo ayuda exitosamente con mi pereza. Así que debo agradecerte tu ayuda de alguna manera remarcable.

Balbuceó Mario con nerviosismo ante la agresividad de ella pero satisfecho con su ingeniosa respuesta, que comprobó su inmediato efecto al ver su sonrisa.

- De acuerdo. Acepto. Te paso a buscar el jueves hacia las diez. Te va bien?

Dijo ella con firmeza y seguridad. Mario chequeó mentalmente su agenda tan rápido como pudo, aunque siempre olvidaba algo. Esta semana tenía que trabajar, un grupo de presidentes y primeros ministros se reunían en Madrid para fingir que su salario estaba justificado. Pero desde el jueves estaba libre, porque lo único que podía echar abajo sus planes sería el concierto que asistirían todos los mandatarios en el Auditorio Nacional de Música y que él a lo mejor también tendría que sufrir pero eso sería el viernes o el sábado. Así que el camino estaba despejado.

- Perfecto. Será el jueves a las diez. Ahora debo apresurarme, llego tarde a mi cita.

Un intento fatuo de crear un halo misterioso sobre su persona. Pero no pareció hacer ningún efecto en ella, y eso le desconcertó un poco. Su fría y calculada tranquilidad le ponía nervioso y agitaba su alma, le hacía temeroso y sentía como si estuviese con alguien peligroso y malvado. Pero se giró rápidamente sin mirarla y dispuesto a apretar el paso. A los pocos metros andados advirtió que no le había dicho cuál era su piso, así que aunque ella había comenzado a andar también por el largo pasillo que le conducía a su vagón todavía las ondas acústicas de su voz alcanzarían sus oídos.

- Perdona pero no te he dicho cuál es mi piso.

Elevando el tono de su voz pero evitando el grito. Ella se detuvo y quedó paralizada un segundo, luego con calma se giró. Tardó lo suficiente para que Mario entendiese que estaba calculando sus palabras, que no sería una respuesta instintiva e irreflexiva.

- No te preocupes, creo que soy tu vecinita del piso de arriba. Te encontraré.

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