Monday, November 17, 2008

"La bella anarquista" IV

Mario entendió inmendiatamente que su única posibilidad de evitar tener que subir a por su paraguas y luchar contra su pereza sería acogerse a la piedad de la bella extraña proviniente de las alturas. Arrancando un valor de procedencia desconocida, y utilizando su gesto facial más conmovedor, para ello se imaginó que pedía a un político no decir gilipolleces continuamente. Con su cara y su osadía Mario espetó un confiado:" Perdona, pero me he dejado mi paraguas, llego tarde y soy perezoso en la misma medida que olvidadizo, es decir, podría ir contigo hasta el metro, en el esperanzador caso que te dirijas allí". Ella escuchó con media sonrisa, casi conteniendo la total. Tras un pausado silencio. Ella dijo:

- Si que voy hasta el metro, si quieres puedes protegerte conmigo.

Dijo con graciosa entonación que hacía su oferta más irrechazable. Mario estaba encantado y envalentonado. Pensó que si en el trayecto al metro tendría la oportunidad de hacerle una oferta para cenar alguna noche.

- Te lo agradecería mucho. Soy muy vago y me resultaría casi imposible subir a por un paraguas. Me tendría que mojar y no quiero que te sientas responsable por ello.

Ella no pudo contener su sonrisa. Reconocía que era original y muy atractivo. Cada vez más.

- Vale. No quiero eludir mi responsabilidad. Métete debajo del paraguas y vamos, llegamos tarde.

Mario se apretó junto a ella, y pudo sentir la suavidad de sus curvas. En el camino no tuvieron tiempo de establecer un diálogo coherente debido a que tenían que sortear la guerra no declarada de paraguas, todos contra todos, chocaban, se molestaban unos a otros, las varillas parecían afilados florines de esgrima intentando penetrar en los ojos de nuestra pareja. Pero una vez alcanzado el suburbano pudieron sentirse a salvo de los paraguas y recoger el suyo. Mario entendió que era el momento de hacer un intento, ella había recogido su paraguas con parsimonia y elegante tranquilidad. Como si lo estuviese esperando.

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