Monday, June 20, 2005

El viernes pasado decidí vencer mi ignorancia y visitar una ciudad del Este de Finlandia, para que no se me acuse de falta de interés de conocer la cultura del país donde resido actualmente. Así que ni corto ni perezoso, cogí un tren camino de Lapperanta, una ciudad situada en las cercanías de la frontera rusa. El viaje fue muy placentero salvo por el detalle que se sentó cercano a mi una mujer que mantenía una lucha encarnizada con el desodorante, y en esa lucha el desodorante perdía por goleada. Que viaje, estaba a punto de pulsar el botón de parada de emergencia con la esperanza que al igual que en los aviones cayese una máscara de oxígeno del cielo para combatir el hedor. Pero opté por una solución más adecuada y acorde con mi personalidad, el vagón bar, allí siempre me siento como en casa.

Una vez, en la dicha ciudad, me decidí por contratar una guía que me iluminase con la historia y cultura de Lapperanta. No soy muy amigo de someterme a programas, más cuando es tiempo de ocio, pero esta vez lo consideré como una decisión sabia porque me conozco, y no hace falta que me den palmas para animarme. Y cuando voy de turismo cultureta siempre pasa lo mismo, cuando voy por la segunda iglesia ya le estoy preguntando al cura de la sacristía si el vino que tienen ahí es Crianza o Reserva, y terminamos como terminamos, en el bar. Así que está vez, decidí cambiar el rumbo de mi historia y me uní a uno de esas visitas guiadas. Maldita la hora.

Describiré el grupo de individuos donde me ví inmerso por culpa de querer cambiar el rumbo, con lo bien que estoy a la deriva. Entre los integrantes de la expedición teníamos al jubileta profesional, con su chandal que tenía pinta de haberse convertido en su mejor amigo, con su juego de petanca en la mano y un puñado de periódicos en la otra. Por otro lado, teníamos a la Juani poligonera versión Finlandesa. La Juani poligonera es una joven adolescente del extrarradio de una gran ciudad como Madrid, masca chicle continuamente, el chandal de colores estridentes es su vestuario preferido, la coleta es obligatoria y llevar más oros que 50 cents. Junto a ella, teníamos a su novio, el Richal poligonero, que era un cruce de Pastis y Buenri, y parecía recién salido de alguna macrodiscoteca de Benidorm donde se canta eso de "Que buenas, que ricas, están las pastillas". Un poco apartado del grupo se encontraba la treinteañera desquilibrada, donde se podía ver en sus ojos que la última vez que había hecho algo coherente fue en su niñez y que llevaba la infelicidad escrita en la cara. A su lado, se encontraba su acompañante, probablemente amante, un joven que tenía pinta de ser el sufridor de los devaneos de dicha treinteañera, y en sus ojos se leía la incomprensión y la eterna pregunta por qué seguía ahí, al lado de ella. Para completar el grupo, se encontraba el matrimonio de mediana edad, con sus retoños, que eran la reencarnación de Daniel el Travieso y Chucky, vamos insoportables. El matrimonio tenía la mirada perdida, quizás buscando el momento donde perdieron el hilo de la vida. Con ese grupo iniciamos el recorrido con la guía, que fue como la guinda del pastel, para describirla fielmente diría que ella era un cruce entre Angela Lansbury, de "Se ha escrito un crimen", y Angela Channing, vamos la rehostia. Encima llevaba una levita negra con varios cortes que con el viento oscilante parecía que fuese a echar a volar. Entonces me aranqué y dije en alto :"Coño Batman de nuevo", pero mi sentido del humor no fue apreciado por el resto del grupo, y sentí mi talento menospreciado, y recordé la frase de Nacho Vidal que dijo una vez "Algún día mi inmenso talento será reconocido y taparé muchas bocas". Y dije a lo mejor tiene razón y me animé.

Empezamos el recorrido y tras varios intentos de seguir las explicaciones sobre diferentes, Zares, guerras, predrolos, iglesias,... me di cuenta que mi ignorancia persistiría y que ella era más rápida que mi voluntad de acabar con ella. Así que en un recodo, hize un amago en la banda como Figo y desaparecí entre los arbustos para terminar donde siempre, en el bar. Allí refrescándome con un cerveza belga charlé con un viejo que me contó las penurias que sufrió en la guerra contra los rusos, sus historias las recuerdo, de la guía apenas nada.

"Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie." Miguel de Cervantes Saavedra

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